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Es un bebé y no un muñeco, por eso llora

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¿Verdad que cuando duermen parecen angelitos?

¿Verdad que cuando duermen parecen angelitos?

Cuando comencé este blog, no pretendía que estuviera dedicado a la maternidad, pero es un tema que domino gracias al tiempo que he dedicado ininterrumpidamente a mis cuatro hijos y a otros bebés de amigos y familiares. Por este motivo y después de dieciocho años, creo contar con cierta experiencia para conversar un poco del tema.

Hace unos días leí en la página de Facebook de BBC Mundo la siguiente publicación: ¿Hay que dejar que los bebés lloren en la noche?

Pueden leer el artículo, pero les haré un muy breve resumen: Según el artículo, se recomienda construir una rutina dirigida a que el bebé se tranquilice, se consuele y se duerma él solo en las noches, resistiendo la necesidad de acudir a calmarlo cuando lloran.

Mi respuesta ante la pregunta es un categórico NO, no hay que dejar llorando a los bebes en las noches. Como ya dije y han podido leer en algunas de mis otras publicaciones, he pasado por varios aprendizajes con mis hijos, he sido acertada, asertiva y desacertada. He cometido errores, los cuales en su mayoría he podido rectificar. En otros me ha tocado pedir disculpas. No he pretendido ser la súper madre que no comete errores, pero aprendí a tener la seguridad suficiente como para equivocarme y aceptarlo. En ese momento di algunas respuestas en la publicación de BBC Mundo en su Fan page, respuestas que amplio en este, mi espacio:

El estudio: no puedo desacreditar a la investigadora a quien no conozco, como tampoco tengo conocimiento de la metodología utilizada por la misma. El problema es que los seres humanos no pueden estudiarse únicamente desde un punto de vista científico – positivo como si fuéramos organismos unicelulares. Para comprender el comportamiento humano en todas sus etapas se hace necesario tomar en cuenta aspectos antropológicos, sociológicos, etnográficos, culturales, psicológicos, familiares, entre otros.

¿Por qué el estudio no hace referencia a culturas donde la madre duerme con sus hijos? La antropóloga estadounidense Jean Liedloff en su libro “El concepto del Continuum” estudia a los yecuanas, pueblo aborigen de Venezuela. En el mismo comenta que las madres duermen con los niños, más aun, los niños permanecen encima de sus madres continuamente durante todas las actividades de estas, y es un pueblo que no conoce, dentro de sus paradigmas culturales, lo que es la depresión y el llanto desconsolado de los niños.

El estudio se refiere a “bebés”: La palabra bebé define al ser que aun no habla ni se desplaza por sí mismo (En el caso humano en sus dos pies) y el cual normalmente no ha cumplido un año. Un bebé es un ser total y absolutamente dependiente. Nadie está hablando de un niño de 5 o 6 años que llora tirándose en el piso por un caramelo o un juguete (este es otro tema que quizá algún día desarrolle). Se refiere a seres dependientes desde todo punto de vista, que no poseen otro medio de comunicación o expresión que el llanto, porque aun no desarrollan el lenguaje. Dejar llorando un bebé, es decir, dejar abandonado en una cuna a un ser dependiente que no tiene cómo expresar sus necesidades es un acto que ninguna especie sería capaz de hacer. Solo la humana encuentra excusas para eso.

El bebé como ser mamífero: Por su condición de mamíferos, los bebés no están diseñados para dormir solos, sino en compañía. Si unos padres quieren adaptar al bebé a su estilo de vida, deben hacerlo con responsabilidad y conocimiento, es decir, tener presente que es nuestro estilo de vida el que no es normal y que a eso es a lo que se somete el ser humano.

Un bebé es un producto biológico que viene diseñado tal como hace 7000 años o más: con la necesidad primaria de sentir a otros cerca de él, ser alimentados y protegidos. Aleja a la madre de las crías de cualquier especie mamífera (e incluso pájaros) para ver que los pequeños empezarán a llorar en algún momento, a diferencia de otras especies con cerebros menos “desarrollados”, los cuales carecen de instinto materno, las especies “más inteligentes” lo tienen y por eso permanecen junto a sus crías hasta su total maduración, les enseñan cómo funciona el mundo, cómo ser independientes, cómo valerse por sí mismos, y en el momento en que el instinto de estos lo indica, se alejan de su madre.

Muchos me dirán que no somos “animales”, yo no recomendaría ese argumento, porque por supuesto que no lo somos, debido a que mientras más alto en la escala evolutiva, mayor desarrollo del sentimiento materno, ¿Algún gusano cuida o enseña a sus crías? Es algo curioso que mientras mayor desarrollo cerebral, menor adaptación al medio de manera inmediata después del nacimiento.

Los bebés no tienen idea de: “papá y mamá tienen que trabajar y por eso tú tienes que dormir”, como tampoco lo sabían hace miles de años. La adaptación a la sociedad actual, llena de ocupaciones y alejada de la maternidad y la lactancia, se hace después de cierta edad cuando el niño aprende (y será la base de su adultez) que todos tenemos cosas más importantes qué hacer que criarlo, acompañarlo y consolarlo a él o ella. No es poca la importancia de la familia: los mejores y más entrañables recuerdos de la infancia de una persona están asociados a su familia, la cercanía a sus padres y abuelos, experiencia de la que adolecen la mayoría de las personas de este siglo.

La necesidad de límites: Lo que hace sencilla la convivencia en una sociedad son las normas que nos rigen y que son de obligatorio cumplimiento para todos y además son exigibles, si alguien no cumple su parte y esto nos afecta, tenemos el derecho de exigir a quienes velan por el cumplimiento de las mismas que haga justicia. A un bebé también se le ponen límites, pero estos no consisten en normas que él no puede asimilar ni cumplir. Los límites de un bebé son diferentes a las normas racionales de los seres mayores asimilados a una sociedad.

Un bebé, muchas veces recién nacido, no tiene la más mínima idea de cuáles son los límites del inmenso espacio en el que se encuentra, su visión no ofrece fronteras por lo que un bebé en una cuna vive en un vacío. Cuando una madre se acerca a un bebé que llora en un espacio que para él es inconmensurable, le ofrece límites a los cuales ajustarse, es decir, el cuerpo de su propia madre (también lo puede hacer el padre u otro adulto, incluso, niños como los hermanos por ejemplo) se convierte en un espacio manejable y reconocible por él. Por eso un bebé sano, sin hambre y sin sueño deja de llorar al ofrecerle estos límites a su universo particular, por que los necesita. Un bebé enfermo o con hambre, no dejará de llorar a menos que se les satisfaga esas necesidades primarias, las cuales no tiene cómo expresar.

Cada bebé es diferente: Es importante reconocer que al igual que los adultos, los bebés son diferentes y poseen características específicas que los hace únicos. No todos los bebés necesitan estar con su madre las 24 horas del día, otros bebés duermen toda la noche, otros bebés no lloran casi nunca. Pero otros bebés, quizá en un ejercicio primario de personalidad sí necesitan a su madre un mayor tiempo, otros no duermen mucho y otros se expresan continuamente a través del lloro. Hay que recordar que el bebé, hablando de un ser que aun no desarrolla el lenguaje, no conoce otras formas de expresión. Además algunos bebés pueden sentirse atraídos por el sonido de su propia voz, de su propio llanto. Razón por la cual al ofrecerle otros estímulos, como sacarlos a la calle donde reciba un poco de luz, dejan de llorar. Algunos bebés, como algunos adultos, necesitan ser estimulados continuamente: sentir los brazos de otra persona, la luz y la sombra, el sonido y el silencio, estar secos, estar mojados, las voces de las personas, la sensación de movimiento, estar de cabeza, derechos de nuevo, etc. ¡Esto los hace sentir vivos! Otros bebés no lo necesitan tanto. Nosotros tampoco somos exactamente iguales.

El botón de “Off”: Uno de los comentarios en la publicación que me hizo gracia decía: “el que descubra el botón de “off” -que no lleve presos a sus padres- gana el Nobel”. Para los padres que buscan el botón de “Off” en sus bebés, les tengo una mala noticia: Los bebés no tienen “botón de Off”como tampoco los adultos.

Los adultos sanos duermen toda la noche porque realizan actividades durante el día y tienen desgaste físico y mental, porque nuestras hormonas ya reconocen el día de la noche y porque pocos tenemos la oportunidad de dormir durante el día.  Sin embargo, durante un mes, no dormimos igual todas las noches. ¿Cuántas veces hemos pasado la noche en vela aun estando cansados y sabiendo que debemos despertar temprano? Lo mismo con las comidas ¿Quién no tiene días con un hambre voraz en cambio otros días que no provoca comer? Todos tenemos un horario para estas actividades, pero ese horario es flexible, de acuerdo a nuestro estado de ánimo y de lo que hayamos hecho en ese día. Diseñarle un horario inflexible para todo a un bebé, es tan estresante y contraproducente como diseñárselo a un adulto. Los padres deben entender que lo que produce incomodidad no es el bebé en el estilo de vida, sino el estilo de vida para el bebé. Si los padres tuvieran tiempo para atenderlo y no estuvieran sometidos a horarios inflexibles en sus actividades, podrían permanecer despiertos con su hijo o hija todo el tiempo que este lo necesitara.

Sé qué no es fácil tener un bebé que es despierto, activo y que disfruta de los estímulos que se le ofrecen. Solo puedo decirles dos cosas a quienes conviven con un lindo bebé con estas características:

 Seguridad

Lo que hace inseguro a un niño o a una niña es la inseguridad de los padres. Ahora han surgido algunos “expertos” que abogan por el que los padres no son guías de sus hijos, esto es totalmente falso. Son los padres quienes le muestran a su hijo el funcionamiento del mundo y se supone que para esto debe conocerlo y tener ciertas competencias dentro de él. Los progenitores de cualquier especie mamífera guían, enseñan y educan para que los hijos adquieran las mismas competencias de manera que puedan vivir en una familia y en una sociedad.

Si tuviéramos que hacer un largo viaje por un territorio desconocido pondríamos toda nuestra confianza en quien ya conoce el camino y este nos ayudará a evitar peligros y a desviarnos de nuestro curso por lo que disfrutaríamos del viaje y nos sentiríamos seguros a su lado. Si esa persona demostrara desconocimiento del terreno, nos llenaríamos de temores y desconfiaríamos de todo lo que nos rodea.

Yo no puedo dar soluciones mágicas porque eso No existe. Algunos padres optan por el colecho (dormir con el niño) en la cama, otros utilizan una variación del colecho al poner a dormir juntos a los hermanos. Intenten diferentes estrategias hasta que den con la que sea más cómoda y viable para todos. No teman equivocarse. Ser seguros no es ser perfectos, es tener la capacidad de reconocer los errores y rectificarlos, pero principalmente es tener la absoluta certeza que como personas estamos capacitados para ser padres y que la solución a los problemas de sus hijos está dentro de ustedes mismos. Pueden solicitar una guía, algunos consejos, pero son ustedes mismos, si es posible, juntos, quienes pueden resolverlo.

 Paciencia

Les puedo dar una buena noticia: en algún momento, variable para cada bebé, este dormirá toda la noche. Eso sí, seguramente sea después del año y medio. Como ya dije, algunos bebés desde nacidos duermen toda la noche, otros prefieren dormir solos y otros dormirán toda la noche solo después de los dos años, cuando son capaces de gastar por sí mismos, toda la energía que tienen.

Paciencia para cuando quieran dormir con ustedes, paciencia cuando estén aburridos y no sepan manejar su frustración, paciencia para cuando despierten a las 3 de la madrugada, paciencia, paciencia, paciencia… la misma que los niños necesitan con nosotros mientras aprendemos con ellos, porque ni somos perfectos ni ellos muñecos.

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Paternidad insustituible

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Papá y mamá embarazados de mí

A propósito del Día del Padre, me han llamado la atención los mensajes en los que se felicita a la mamá por haber sido un buen “padre”. Con todo el respeto por la situación particular de cada persona, pienso que ninguna madre, por buena que sea, puede sustituir a un buen padre. Lamentablemente muchas mujeres deben criar a sus hijos solas, lo que conlleva a un esfuerzo muy grande, y la verdad son de admirar, pero aun así, lo ideal es que cada padre asumiera su responsabilidad con sus hijos, sin importar la relación que tenga con la madre de estos.

Desde mi experiencia puedo decir que mi mamá, que en verdad era buena madre, jamás hubiera podido ser mi papá. Mi papá fue un padre extraordinario, protector, cuidadoso, puedo decir que él fue mi primer hombre, a riesgo que los promotores del psicoanálisis, enseguida busquen implicaciones sexuales en mi comentario. No me importa, yo amo a mi papá. Papá hizo muchas cosas por mí, pero principalmente, me ofreció un modelo del tipo de padre que quería para mis hijos.

Él me enseñó a jugar con metras, a competir de forma sana, a disfrutar de esos juegos que no siempre son delicados, pero sí muy divertidos y agotadores, de esa forma en que solo los hombres juegan. Papá me enseñó a sentirme amada por otro hombre sin condiciones, con mis defectos y mis virtudes. De manera que, cuando conseguí una pareja, supe que no debía conformarme con menos de lo que había recibido. Y así ha sido.

Papá y sus hermanos fueron hijos abandonados por su padre, por eso mi abuela tuvo que hacer grandes esfuerzos por criarlos, sin embargo, yo sé que mi papá siempre necesitó tener esa figura paterna. Igualmente le pasó a mi esposo y padre de mis hijos. Por sus experiencias me doy cuenta que la paternidad es insustituible, tanto para hijas como para hijos.

Yo sé que nunca podría suplir al padre de mis hijos, su influencia es única y particular. Incluso en los momentos en que como toda pareja, hemos tenido dificultades, él ha estado unido a nuestros hijos de una forma muy especial y sé que los niños lo adoran y admiran. Me encanta como mi hija lo ve: con una expresión en la que se mezclan amor y admiración. Sí, es que es su primer hombre, la entiendo perfectamente. Ella aprende a utilizar su feminidad con él, como yo lo hice con el mío, y a resplandecer de felicidad cuando papá la encuentra hermosa, como hice yo en circunstancias similares. Con papá, si es un buen padre, aprendemos a mantener una relación de respeto e igualdad con los hombres, no de sumisión, sino de dar y recibir. No pretendo con esto que tengamos una relación en nuestra pareja como si él fuera nuestro padre. Al contrario, un padre presente no es un padre buscado, es decir, si tenemos un papá maravilloso y único, no necesitamos buscarlo en nuestras parejas simplemente porque ya lo tenemos.

Quizá me digan que una madre igual puede enseñar a cómo relacionarnos con los hombres. No lo dudo. Pero una cosa es la teoría y otra, la práctica, porque con papá lo vivimos.

Lo que podemos hacer las mujeres en esta época de hombres irresponsables, y no digo “paternidad irresponsable”, porque eso no existe, es una total contradicción, la paternidad no es nunca irresponsable, lo que hay son seres de sexo masculino que no fueron enseñados o no son responsables de sus hijos. Decía que lo que podemos hacer como mujeres, es enseñar, formar a nuestros hijos para ser padres, por supuesto, con el buen ejemplo de uno hombre a nuestro lado. Una mujer jamás debe casarse con un tipo, o por lo menos no tenerle hijos, si no conoce su posición respecto a los hijos que pudiera tener. Una mujer necesita saber con anticipación si ese hombre quiere tener hijos y si es capaz de separar la relación que tiene con su mujer de la de su progenie, de manera que si se separa de ella, no se divorcie de los hijos.

En mi caso tengo tres hijos hombres, ¿Cómo puedo expresarme mal de todos los hombres cuando tuve un gran padre, un esposo que es un papá excelente y tres hijos varones? No puedo. Para esto enseño a mis hijos desde pequeños a ser responsables, a valorar a los niños y a sus hermanos, a saber que un verdadero hombre ama a sus hijos por encima de todas las cosas, tal como hizo el mío y como su papá les enseña.

Mis postjuicios acerca de la lactancia

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Lactancia prolongada

Te cuento que en estos días he estado meditando acerca de la lactancia y los prejuicios sobre la misma a raíz de varias publicaciones que se han hecho respecto al tema y las respuestas de mucha gente, quienes afortunadamente no son mayoría, que despotrican en contra de la lactancia prolongada y otras prácticas de la llamada maternidad consciente, como el colecho y el apego. Como todo bloguero debe hablar de lo que sabe, y de lo que no sabe guardar un digno silencio mientras aprende, yo hablaré sobre mi propia experiencia como hija y madre, comparándola con lo que he aprendido en mi lugar favorito, la web, acerca de la crianza con apego.

Tú sabes que para poder analizarse uno mismo, es necesario hacer un ejercicio difícil: mirarse en el propio espejo y aceptarse por completo, incluso ese lado oscuro que todos tenemos. Yo reviso mi actitud hacia mis padres y estoy realmente agradecida por lo que hicieron por mí, eso está más que claro. Mis padres me criaron con toda su buena intención, bajo los paradigmas conductuales tan en boga en esa época: Lactancia artificial desde el nacimiento, separarse a la hora de dormir y dejar llorar al bebé en la cuna para que no se “malacostumbre”. Ellos tenían un cuento en el que papá, al ver que no dejaba de llorar,  me dio una “nalgadita” con la que lloré más fuerte, hasta que me dormí. Yo tenía 5 meses. Claro, soy la mayor de cuatro hermanas  y los padres no “meten la pata” tanto en la vida como con el hijo mayor. Pero sí, me dejaban llorando siendo una bebé para que no me malcriara. Según dicen, esas prácticas hacen que los niños sean más seguros. Conmigo no funcionaron.

Cuando tuve mi primer hijo, soltera, por ignorancia le di tetero al nacer y, además dejé de amamantarlo a los 6 meses. Recuerdo que mis padres me dijeron que el bebé debía dormir en su cuna. Pero el lloraba de noche, a mí me partía el alma, la verdad. Y sin haber leído nada acerca de maternidad consciente, lo saqué de la cuna y me lo traje a mi cama. No puedo más que sonreír ante este recuerdo. Sentía que él me daba toda la seguridad que no había recibido, con su cuerpecito calentito junto al mío.  Sin embargo, al día siguiente mis padres me dijeron que eso no debía ser. Y en la noche, cuando mi hijo me llamó de nuevo, puse su cuna al lado de mi cama, él estaba parado en ella, y le di mi cabello que lo tenía muy largo, para que lo tocara mientras yo me acostaba muy pegadita a la cuna. Él me tomó el cabello,  se calmó y allí estuvo, levantado, viéndome hasta que se sentó, luego se acostó y se durmió. En cuanto pude de nuevo, lo pasé a mi cama, eso nos hacía bien a los dos. Tan necesitados de seguridad estábamos. Además, él había destruido la cuna completamente, con mi complicidad, que no hice nada por repararla, aunque muchas veces me dijeron que lo hiciera.

Cuando me casé, ya él tenía 5 años y le propuse si quería dormir en su camita y él aceptó encantado. No considero haberlo echado de la cama. Ya a esa edad mi hijo era muy seguro e independiente. ¡Eh! ¡Un momento! ¿No se supone que los niños que duermen con sus padres son inseguros? Pero él nunca lloró por ir al preescolar, por ejemplo, que es un momento de tortura para casi todos los niños. Y en la medida que ha ido creciendo es cada vez más autónomo e independiente, por cierto, mucho más de lo que veo en los jóvenes alrededor. A sus 16 años, lo único que le falta es trabajar para sostenerse, pero sabe cocinar, lavar su ropa, ayudar en casa, hacer sus diligencias estudiantiles sin mi ayuda, incluso, nunca consideró necesario que lo acompañara a hacerse exámenes de laboratorio, que como deportista debe hacerse regularmente. Sin embargo, a veces viene a mi cama, se acuesta a mi lado y con los mismos ojos que vi hace 16 años por primera vez, me mira y me dice: –pequeña, te quiero.

A los 10 meses que me casé, tuve mi segundo hijo. Este pequeñito  de 50 cm era un  Fussy Baby o Bebé de Alta Demanda. Él era como el conejito de cierta marca de baterías: “Y dura, y dura, y dura…” A los dos días de nacido, me había destrozado los pezones por su intensidad al mamar. Te preguntarás cómo hice para amamantarlo en esas condiciones. Durante mi embarazo ya había escuchado algo acerca de la importancia de la lactancia materna y el amamantarlo hasta los 6 meses. No tenía muchos conocimientos, pero sentí que era lo correcto, además ya no contaba con papá, quien compraba la lata de leche de fórmula cada tres días como hizo con el mayor.  Sí, una lata pequeña dura al principio una semana, luego solo tres días. Estaba absolutamente decidida a dar teta, no me planteé intentarlo, sino hacerlo.

Otra característica de mi bebé como Bebé de Alta Demanda, es que a la semana, era muy incómodo cargarlo porque era extremadamente tenso y despierto, era como cargar una tabla; tampoco le gustaba que lo acostaran. A las 3 semanas se cayó de la cama, saltando por encima de las almohadas, supuestamente colocadas para inmovilizarlo un poco. Para mí que durmió durante todos los nueve meses en mi panza, porque después que nació, nunca quiso dormir más de 15 minutos seguidos. Al principio, su papá y yo intentamos de todo, especialmente en las noches, hasta que un día, su papá cansado de las malas noches y necesitando desesperadamente dormir, lo pasó a nuestra cama. Descubrimos que, si bien se despertaba igual, por lo menos no lloraba y al meterle enseguida la teta en la boca, podíamos seguir durmiendo mientras mi hijo mamaba mis pezones,  ya recuperados y acostumbrados a la intensidad y desespero constante del bebé. Así, sin saber lo que era y lo que significaba, practicamos el colecho, incluso hasta que tuvo dos años cuando lo pusimos a colechar con su hermano, porque resulta que el colecho es simplemente compartir la cama, con los papás o los hermanos. Nunca nos planteamos problemas de intimidad, nuestra vida sexual no se vio perturbada por este pequeño visitante.

Un detalle interesante es que el papá de mis chicos vivió su infancia en una zona rural, donde una mujer con la teta afuera amamantando, no era algo raro o perturbador. Una vez le pregunté si ver a una mujer dando teta en la calle, le producía estupor o incomodidad, a lo que me respondió que no, que de niño y joven lo había visto muchas veces, a lo que le pregunté si la imagen tenía un efecto sexual sobre él, y claro, ante la pregunta se rió y me dijo: -Bueno, si la mujer me gusta (risas)-. Entonces pasó a contarme sus vivencias con la lactancia pública, que ya yo te he comentado.

Todos los presupuestos que traía de mi crianza fueron cayendo, uno por uno. La leche artificial no es beneficiosa, ni para el niño ni para la madre, la lactancia pública es un acto natural, el colecho es una práctica positiva para todos. Así que cuando tuve acceso a la información que está disponible en la Red, como buena infómana, me di a la tarea de leer cuanto pude respecto al tema. Y me sorprendió saber que por pura intuición yo había realizado algunas prácticas de la maternidad consciente. También me asombró saber que muchas personas rechazaban tan ardientemente estas prácticas, incluso, llegan a decirnos a las mujeres que amamantamos en público o hasta cierta edad del niño: tercermundistas, depravadas, que dañamos la psiquis de nuestros hijos (¿?), y otras perlas.

Es necesario que haga énfasis en un punto: los prejuicios son culturales. Es decir, que una cultura puede ver bien que se lacte en público, pero para otra, puede ser tabú. Yo puedo entender que nuestra sociedad considere prohibida la lactancia en público, el problema es la incoherencia e hipocresía cultural de la misma: mientras la Organización Mundial de la Salud promueve la lactancia materna a demanda (es, decir, cuando y dónde el bebé quiera), una mujer que lacta, debe cubrirse, esconderse, esperar a llegar a casa para hacerlo, ¿Eso es “a demanda”? Por otra parte, la cultura occidental, supuestamente está libre de tabúes, incluso, la mujer ha sido comercializada de tal forma, que es común que se utilice una mujer desnuda o semidesnuda para vender objetos tan disímiles,  como tornillos y galletas. La desnudez femenina es aupada, y celebrada, además aquellas que no comparten estos paradigmas son etiquetadas como: envidiosas (quieren desnudarse pero no pueden por no ser tan “bonitas) y/o mojigatas (son de mente cerrada). Esto es causa y consecuencia de la condena a la lactancia pública. Te explico.

Debido a que el cuerpo femenino es “comprable y vendible”, debe ser perfecto para ser mostrado en público, un cuerpo con estrías, marcas, tetas caídas, cicatrices, etc. es percibido como “no comercializable”; por otro lado, esta virtual “venta”, se realiza por la capacidad de la mujer de gustar y de excitar sexualmente al hombre, de mostrarse como si no tuviera límites en el plano sexual, por lo tanto aquellas mujeres que muestran su cuerpo amamantando, en realidad están buscando “venderse” o son unas desvergonzadas sin pudor.

Para “acabarla de amolar” como dicen los amigos mexicanos, en el imaginario cultural, como los senos son órganos para la excitación del macho, se percibe como una conducta pervertida el lactar hasta que el niño tiene unos 5 años o más. Este hábito es lo que se conoce como Lactancia Prolongada. La psicóloga Mónica Tesone habla del tema mejor que yo en la Web Dar de Mamar. Sin embargo te digo algo, ¡Qué soberbia la de occidente! Creemos que somos el mundo y realmente solo somos una parte pequeña de él. En la mayoría de las culturas no occidentales, las madres lactan a sus hijos pasados los 4 años.

Después de las vivencias con mis hijos, en mí emergió una nueva forma de ver la vida y de verme a mí misma. No es casual que haya adquirido la seguridad que nunca tuve, después que tuve a mis hijos y cambié mi forma de criar, cuando practiqué el colecho y amamanté a demanda, cuando dejé que mis hijos decidieran cuándo dejar la teta, cuándo dejar mi cama. Gracias a ellos me di cuenta que yo fui hecha con un objetivo: Ser amada y dar amor, dar vida y dar consuelo en mi pecho a mis seres queridos, así como yo busqué ese amor y ese consuelo en los pechos de mi abuela paterna.

La imagen proviene de este foro, que por cierto, los comentarios impelables, la eterna lucha entre la luz (conocimiento) y oscuridad ignorancia

Querido diario: la lactancia y la ignorancia, riman pero no combinan

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“Virgo lactans“ (‘La Virgen amamantando’) EFE

Te cuento que he llegado a la conclusión que soy una verdadera infómana, puesto que no solo soy así en la vida 2.0, sino también en la 1.0. Claro es en la primera donde puedo explorar todas las posibilidades de mi estado, pero de la segunda extraigo mucho también.

El caso es que, hace unos días fui a casa de Lou, una de mis hermanas menores y la conseguí absolutamente indignada. Primero te aclaro que mi hermana es activista por naturaleza, así como yo soy infómana de nacimiento. Defiende perros, derechos y ambiente con la misma pasión y naturalidad con la que exploro e investigo. Pero desde que tuvo su primera hija comprendió hacia dónde debía dirigir las baterías de su activismo: la lactancia materna y la crianza con apego. Debido a que muchas cosas de las que promueve yo las practiqué con mis hijos, decidí apoyarla en esta iniciativa.

Al verle la cara de, como ya dije y repito para dejar constancia, absolutamente indignada, le pregunto, no sin cierto temor: -¿Qué pasó?- Lou descruza un brazo y, mientras con la punta de un pie golpea el suelo, me señala la pantalla del monitor: – ¡Mira!- Yo me asomo y veo la interfaz de El Mostacho. Bueh… una página de humor que se especializa en crear opiniones encontradas con sus publicaciones. Al principio no la tomo en serio y pienso: “Vamos Lou ¡es El Mostacho!”

Sin embargo, al leer, no pude dejar de darle la razón. Por ese motivo al llegar a casa me conecté a la Matrix para buscar y leer con calma la publicación: Cartas a personas indeseadas de Venezuela. Al leer la primera carta, dirigida a las madres que amamantan en el metro, no me interesó conocer las otras dos cartas que publicaron (una dirigida a las personas que escupen en la calle y otra  a los hombres que tienden a restregar su pene en los lugares llenos de personas) y comencé a leer las respuestas a tal documento.

Por supuesto, muchas madres airadas ante tamaña desproporción de equiparar una teta afuera lactando con escupitajos en el piso y penes recostados, defendieron su derecho a amamantar con la misma  ferocidad que haría cualquier mamífero al que le arrebatan su crío. (Querido diario, perdóname si me puse algo cursi con la metáfora, pero si leyeras los comentarios, te darías cuenta que se adapta fielmente a la situación).

Pasada la ofuscación inicial y, al analizar mejor lo escrito tanto por los creadores del “chiste” como de algunos comentarios me di cuenta de dos detalles dramáticos: la ignorancia que rodea el acto de amamantar y los prejuicios sociales en los que vivimos inmersos.

Ante este panorama, decidí sumergirme en estos dos temas, extasiarme de la lectura de los prejuicios y la lactancia … ¿Te parece si lo hago y te comento más adelante mi experiencia?